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Una de las piezas más reconocidas de toda la afarería miravetana es el llamado "Pitxell del Moixó" o botijo del pájaro. Este cántaro, perteneciendo a la tipología de engaño, tiene varios pitorros pero no se sabe por cual mana, de forma que cuando uno va a beber y no lo acierta, mana por el lateral y se moja. Pero lo más curioso es que no se llena como los demás, sino que se llena por la base, a través de un sifón interior. Una vez lleno el agua sólo puede salir por el único pitorro abierto. Además la pieza está rematada por una torre de dos ansas con un pájaro (moixó) que normalmente indica por donde se bebe.

El Pitxell del Moixó es poco frecuente en Cataluña y su técnica de modelado es de las más difíciles, digna de los mejores maestros en la profesión.

Los alfareros se agrupan en un barrio que queda fuera del núcleo principal del pueblo; "La Raval dels Canterers" o arrabal de los alfareros.

Estos, siguiendo la tradición desde principios del s. XVII, veneran a su patrón, Santo Domingo. Durante la primera semana de agosto se celebra la fiesta en honor al santo patrón de todos los alfareros y vecinos del arrabal. Una fiesta abierta donde todo el mundo es bienvenido!

© Jonet

- Ferran Segarra
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- Jordi Balart
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La evolución de la artesanía tradicional al arte contemporáneo nos viene de la mano de Jordi Balart. Un joven ceramista con aportaciones nuevas en el mundo del arte y la cerámica.

Con su última exposición en Nueva York, "Las ventanas del alma", nos ha sorprendido.

–Un conjunto de instalaciones donde la cerámica está acompañada de otros materiales y de nuevas tecnologías, con el propósito de tener diferentes interpretaciones y percepciones–.

Si venís a Miravet, no dejéis de visitar sus exposiciones y taller en el Huerto de Cantando.

Miravet es conocido por todas partes por la artesanía del barro. Ya desde los tiempos de los íberos, la cerámica logró una gran importancia para el desarrollo de la comunidad. Pero fueron los árabes quienes desarrollaron esta técnica, hasta un nivel muy elevado, aportando nuevas técnicas de Oriente, al mismo que las fundían con la vieja tradición.

Si las teorías confluyen al afirmar que el castillo fue construido sobre un poblado ibérico, nada priva de pensar, basándonos en los hallazgos de fragmentos de cerámica de origen ibérico, que el nacimiento de esta vocación alfarera, ya le viene a Miravet de su origen ibérico que irá en aumento con la introducción y herencia de la cultura islámica.


Los musulmanes establecieron la mayor parte de las técnicas y formas conocidas, por lo cual su aportación en este campo fue decisiva para entender las piezas más tradicionales que todavía hoy en día conservamos y se continúan trabajando.

En este aspecto técnico los árabes introdujeron el vidriado con sulfuro de plomo y sílice, como también el vidrado estannífero que, por el hecho de recubrir la vasija con una capa vítrica transparente, permitiría una rica decoración conocida por "decoración bajo cubierta". Los colores que utilizaban eran el verde, el morado y el marrón, colores que todavía subsisten en antiguas decoraciones de jarras miravetanes que se obtenían en base de sulfuro de hierro, cocer y manganeso.

En el siglo XVIII se contabilizaron 18 alfarerías, en el siglo XIX 25 y a principios del siglo XX habían 20 talleres de los cuales sólo restan 7. Hay que decir que no todas estas familias han seguido la tradición, porque los hijos no lo han continuado o porque se han muerto.


Alfarero es aquel que trabaja la tierra arcillosa y la modela, cuando es amasada, con la ayuda del torno, para después cocerla al horno (1000ºC). La elección de ciertos esmaltes y barnices, el tipo de tierra, la coloración cobriza que le queda después de la cocción y el destino de los objetos de uso doméstico le dan una categoría dentro de cerámica, que lo distingue de otros pueblos de tradición.

Es un trabajo personal, individualizado, cuando va trabajando la pieza con sus manos y sin ningún otro instrumento más allá de unos trocitos de caña y un alambre. Y sobretodo es familiar, en cuanto a los ratos que se tiene que ayudar la familia; y en equipo cuando se unen dos o tres alfareros para dar fuego cuando llega el trabajo de cocer la hornada.

En Miravet los alfareros son conocidos como "canterers", pero esto no quiere decir que sólo hagan cántaros, sino también tinajas, lebrillos, botijos, cadujos, etc. Eso si, el cántaro es la pieza más común de su artesanía. El "canterer" miravetano convierte un mazo de barro en una serie de piezas para su uso en el hogar, a la vez que sirven de decoración, con sus líneas airosas, esbeltas y elegantes, haciendo que una pieza pueda lucirse sin dejar de prestar servicio práctico y utilitario.

Los alfareros trabajan el lodo del río mezclado con la arcilla, con agua caliente y por la noche, a ser posible a puerta cerrada con lo cual evitan que se hiele la pasta, y las manos. En estas circunstancias, hacen el trabajo en dos etapas: desde las nueve o las diez del anochecer, y de las dos de la madrugada hasta que amanece. Según dicen los viejos esta precaución tradicional proviene del hecho que las horas mencionadas tienen una temperatura más adecuada que las de la mañana; sin duda por la noche no hay oscilaciones térmicas cómo durando el día.

Los alfareros de Miravet conservan cinco hornos. Sus especialidades son, básicamente, dos: las grandes tinajas y los cántaros; una y otra nacieron de las necesidades de la región. La tarea alfarera sigue los caprichos del tiempo. En un año de sequía los alfareros no paraban de hacer cántaros y cadufos; en cambio en época de lluvia, faltaba gente para alcanzar las tinajas, que es un trabajo más complicado.

Las tinajas grandes se hacen en tres sesiones, tantas como pisos tienen; en tamaño sólo le hacen competencia los barreños lavanderos. Pero, la alfarería si se viste, se muestra sencilla como los tonos crudos de la carne desnuda. Esta mercancía solía ser vendida con carros y con arrieros, puesto que la producción era un encargo de vecinos del pueblo. La venta se llevaba a cabo por los mismos alfareros que se encargaban de traer el plato a la mesa.

Text de Josep Papaseit basat en el llibre La Terrissa miravetana, de Josep M. Sáez (a la venda en la llibreria de la Rosenda, Miravet).

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